Hay una frase que llevo conmigo dondequiera que vaya, “El respeto al derecho ajeno es la paz”. El respeto tiene un peso invaluable y es una obligación y un derecho de la humanidad. Vivimos en tiempos difíciles en los que vemos como el mundo cambia a pasos agigantados y en el proceso se lleva consigo nuestros principios, convicciones y valores. No es tan sencillo cambiar el precursor de la historia en un pestañeo, pero hoy en día lo estamos experimentando. Como sociedad que vivimos en una nación llena de colores, creencias, sabores, ritmos, tradiciones, y cultura, todos aportamos a esta fusión de matices, o al conocido, crisol. Porque somos quienes somos, es aún más maravilloso ser parte de este país donde estamos expuestos a una vasta diversidad de gente que nos hacen únicos ante el mundo. Pero a la misma vez, la labor no es sencilla. Humanamente nos cuesta adaptarnos a los cambios drásticos de la sociedad que son empujados por las diversas ideologías y costumbres. Sin embargo, en mi opinión el respeto a las libertades que están arraigadas en la fundación de la constitución de esta nación es lo que la hace una gran nación. Si los derechos nos fuesen arrebatados, habría caos. La imposición nunca ha sido aliada del hombre, la historia lo corrobora.
En un mundo lleno de diferencias y contrastes, necesitamos aprender a vivir en paz y armonía con nuestro vecino que puede ser en muchos aspectos distinto a mí, pero al fin del día al igual que yo, valora el emblema escrito en nuestra constitución “Una nación, bajo Dios, con libertad y justicia para todos.”
