En las últimas semanas, el gobierno federal ha dado un paso atrás en su compromiso de proporcionar igualdad de acceso a aire, agua y tierra limpios. A veces este concepto se llama "justicia ambiental", pero tiene un nombre más simple: sentido común. La gente no debería tener que vivir en lugares contaminados. Las personas deben poder confiar en una Agencia de Protección Ambiental de EEUU (EPA) para la protección del medio ambiente.
Tengo la suerte de trabajar con estudiantes inspiradores y motivados que quieren ser agentes de cambio. Parte de lo que les enseño es la importancia de la acción colectiva que no se basa en nuestras identidades como consumidores. Los movimientos medio ambientales de las décadas de 1960 y 1970 no se trataban de compras ecológicas o “verdes” por parte de individuos. Se centraban en la organización de boicots, la movilización masiva visible, el voto y el uso de muchas otras herramientas de la ciudadanía. Si no hubiéramos tenido este activismo vital, todavía estaríamos viviendo en un mundo de smog asfixiante, DDT, pintura con plomo y ríos en llamas.
Tenemos que dejar de pensar en nuestro impacto ecológico y empezar a pensar en nuestro impacto cívico. Su impacto cívico se mide por su participación en el gobierno local. Se trata de cómo vota. Se trata de hacer responsable a sus representantes o de darles su voz de apoyo. Se trata de dar tiempo, talento y tesoros a los cientos de organizaciones de defensa sin fines de lucro que trabajan para detener o frenar el peligroso retroceso que estamos presenciando. Y se trata de estar lo suficientemente informado como para educar a las personas que nos rodean.
Parece ser mucho trabajo, pero no lo es. Simplemente al elegir uno de estos es suficiente, y cuando otros vean cómo crece su impacto cívico, se animarán a que hagan crecer la suya y se unirán a usted. Así es como comienzan los movimientos. Cuando el gobierno da un paso atrás, la gente debe dar un paso adelante.
Traducido por Alondra Gamez.