Algo que admiran muchos de los Estados Unidos es el imperio de la ley. Es un principio firmemente grabado en la cultura que el que la hace la paga. La idea es tan fuerte que Nixon, para escapar impugnación, prefirió renunciar a la presidencia. Más recientemente, Illinois envió a dos gobernadores a prisión.
Por esta razón el argumento contra el arresto del presidente Trump—que convertiría este país en una república bananera—es ridículo. Y lo sé porque vengo de uno de esos países bananeros, Guatemala. Sin embargo, cuando decidieron abrazar la causa del respeto por la ley, lograron lo imposible. En los últimos 10 años, Guatemala forzó que un presidente renunciara, y sometió a juicio y condenó a un expresidente. Seremos una república bananera, pero al menos hicimos algo para mejorar la reputación. Y no estamos solos; en Chile llevaron a juicio a un dictador, y en Perú y Honduras han arrestado líderes corruptos.
En este contexto, nada debería evitar el arresto del presidente Trump. Este país no fracasará si Trump va a juicio; de hecho, sería todo lo contrario. Ya vimos que en Bolivia el presidente Evo Morales renunció cuando su corrupción fue descubierta; y en Inglaterra acaban de forzar a Boris Johnson a renunciar como primer ministro.
Ninguno de estos países se convirtió en "banana republic" como resultado de estas acciones. En realidad se hicieron más fuertes. Por eso, la negativa a juzgar al hombre responsable por la insurrección del 6 de enero (entre otras cosas) muestra que, lamentablemente, Estados Unidos ya es una república bananera.
Mi nombre es Francisco Solares-Larrave, y esta es mi perspectiva.