Mis abuelos eran adolescentes idealistas en los Estados Unidos en 1917, mientras la revolución tomaba poder sobre Rusia. Sabían de las luchas que sus padres inmigrantes habían soportado, al huir del antisemitismo y de los regímenes autoritarios de sus patrias de Europa del Este. También vieron las luchas de sus padres para hacer una nueva vida en los Estados Unidos.
Desde lejos, vieron a la revolución en el Este como un camino hacia la justicia para todos, sin darse cuenta de que el comunismo, como el fascismo, es, en la práctica, sólo otra palabra para el autoritarismo. No era el "paraíso de los trabajadores" que se les había prometido.
Posteriormente fueron sometidos a las amenazas e intimidaciones por su activismo pacífico. La amenaza roja en los Estados Unidos no comenzó con Joseph McCarthy; sus raíces se remontan hasta la propia Revolución bolchevique. Los del partido republicano en EEUU, especialmente, elevaron alarmas infundadas de la influencia rusa en la política y la sociedad estadounidense, combinando la justicia social con el autoritarismo comunista.
Ronald Reagan habló de la "ciudad brillante en la colina" de los Estados Unidos, contrastando con el "imperio malvado" de Rusia. Bueno, hace mucho tiempo que Reagan se ha ido e, improbablemente, los republicanos, dirigidos por Donald Trump, defienden la brutal y descarada invasión expansionista de Vladimir Putin a Ucrania y, en contraste, atacan al democráticamente elegido Zelenskyy, llamándolo un dictador.
Traducido por Alondra Gamez.