Si eres un nerd de Tolkien como yo, un fan casual de las películas de El señor de los anillos, o imparcial a todo el género, espero que lo que sigue le anime. Tolkien comienza su libro The Silmarillion con el cuento de la creación de la Tierra Media. Ilúvatar, el creador de todo, reúne a los espíritus grandes y poderosos, quienes fueron sus primeras creaciones, y los invita a juntarse y cantar el universo a la existencia. Casi tan pronto como las voces hermosas empiezan, hay discordancia, ya que Melkor (el antecesor más grande y malvado de Sauron) intenta torcer la canción a su propia imagen odiosa, arrogante, y avara. Los otros cantantes se desesperan con la desgracia, hasta que Ilúvatar se para y empieza a cantar un nuevo tema. A diferencia de la primera canción, la belleza de ésta viene principalmente de su tristeza, y toma para sí misma las notas más triunfantes de la cacofonía violenta de Melkor, tejiéndolas en su propia majestuosidad. Luego, con un acorde grande y de trueno, se detiene la música.
En el mundo de Tolkien, su canción final representa la historia de la humanidad. Nuestras alegrías y esperanzas más grande están teñidas de pena y dolor. A veces, el clamor discordante de la codicia, la violencia, y el odio alrededor de nosotros crece tan ruidosamente que tememos que nos vencerá y destruirá todo lo que valoramos. Pero hay que animarse: nunca tendrá la última palabra. La canción de la bondad y el amor nunca podrá ser dominada—aun si tiene que cambiar a una escala menor.
Soy Cody Schmitz, y esa es mi perspectiva.
Traducido por Alondra Gamez.