Nuestro país ha caído en un miedo, más cortante y glacial que los vórtices polares que tuvimos este invierno. La gente grita hasta que las discusiones se convierten en insultos.
Mi congresista recientemente mandó una encuesta de una sola pregunta, lo cual me perturbó porque me di cuenta de que posiblemente está creando una lista de gente para vigilar. La Primera Enmienda garantiza nuestros derechos a la libertad de expresión, pero ¿qué tan fuerte es esta enmienda si el FBI aparece en la puerta de alguien, acompañado por el equipo de SWAT, para detenerlo por expresar un sentimiento que podría ser considerado insurgente?
¿Qué nos ha pasado cuando un ciudadano común, tal vez algo obsesionado con los asuntos políticos, tiene miedo de ser sincero con su propio congresista? Una amiga cuenta que la gente con quien platica que ocupan el otro lado político opinan lo mismo. El miedo nos muerde tan fuertemente, que se siente más verdadero que la paranoia.
Luego me acordé de cómo San Pablo, encadenado en una prisión fétida, cantaba himnos a la oscuridad. Dice, “No se emborrache con el vino… pero sé lleno con el Espíritu, comuníquense entre sí con salmos e himnos y canciones espirituales…” ¿Qué tal si los salmos, los himnos y las canciones espirituales el antídoto para este miedo amargo, tan amargo, que está inundando nuestro país? ¿Sería un himno comunitario la manera de resistir? ¿De encontrar nuestra alegría? La organización benéfica, Himnos y cerveza ya ha pensado en esta idea. Hay que encontrar una cervecería, unos músicos, y juntarnos. No hay mejor manera de ladrarle a la oscuridad. https://beerandhymns.com
Soy Katie Andraski y esa es mi perspectiva.
Traducido por Alondra Gamez