Es imposible creer que una persona pueda tener tanto poder.
La parte más difícil es sentirnos como un espectador pasivo mientras
observamos una violación tras otra de los derechos que hemos dado por
hecho por mucho tiempo.
¿Qué podemos hacer nosotros, simples ciudadanos? ¿Realmente pueden
hacer alguna diferencia nuestras voces colectivas?
Sorprendentemente, la respuesta a esa pregunta es sí. Un politólogo de
Harvard analizó más de 600 movimientos de masas que buscan derrocar a
líderes corruptos y descubrió que las protestas continuas y no violentas
pueden hacer una gran diferencia. A menudo se encontró que las grandes
protestas presionaban a los líderes de empresas, los sindicatos, los tribunales
y los militares a que retiraran el apoyo de un autócrata. Y sin su cooperación,
el gobierno flaqueaba con frecuencia.
Piensa en los boicots contra Sudáfrica que causaron que los dueños de
negocios le rogaran al gobierno para que pusiera fin al apartheid. O los años
de protestas no violentas en las cafeterías y en los autobuses que echó luz
sobre la fealdad de Jim Crow y finalmente dio lugar a la legislación de
derechos civiles.
Los investigadores encontraron que los movimientos más exitosos
involucraron al menos el 3.5% de la población. En DeKalb es alrededor de
1400 personas, lo cual bien podría ser el número de nosotros que, en los
últimos meses, hemos expresado nuestra indignación en las esquinas y
hemos contactado a nuestros legisladores.
Vemos que los tribunales posiblemente no vendrán al rescate, y sabemos que
los republicanos no lo harán. Podría depender de nosotros.
Soy Deborah Booth y esa es mi perspectiva.
Traducido por Alondra Gamez.