Los pájaros de primavera están de vuelta. O al menos están en camino.
Como en un desfile espontáneo, una nueva variedad de amigos emplumados sigue apareciendo aquí, allá y en todas partes: el 30 de enero, una bandada de petirrojos picoteando las hojas de mi jardín trasero; el 23 de febrero, la sorpresa de un azulejo fuera de mi ventana, sus plumas tan radiantes como un zafiro estrellado; el mismo día, el vuelo bajo y elegante de una docena de cisnes blancos que se deslizan hacia un estanque cercano; el 1 de marzo, sargentos en mi comedero; y todos los días en mi paseo por el río, más aleteos salvajes de los ánades reales iridiscentes y las fochas buceadoras.
Todos traen alegría a un paisaje desolador, el tiempo entre el invierno y la primavera.
Pero mientras escribía esta perspectiva, me detuve como un pájaro emigratorio, para considerar cómo continuar.
¿Debería transicionar a la alarmante gripe aviar que está causando la muerte de miles de estas aves emigratorias mientras se dirigen hacia el norte, así como también la muerte de millones de aves domésticas y, por consiguiente, disparando el costo de los huevos?
Tal vez, debería probar una especie de metáfora sutil: ¿nuestros pájaros de primavera y su traje de plumas y si están vestidos apropiadamente para forjar territorio y coexistencia pacífica en los árboles?
Por otra parte, tal vez debería seguir el camino de nuestros amigos emplumados a los Parques Nacionales y reflexionar sobre cómo la enorme eliminación del personal de los Parques Nacionales afectará el hábitat y la supervivencia de nuestra ya muy disminuida población de aves.
Pero no…eso no. Me mantendré enfocado en la belleza de las aves que regresan. El milagro de la emigración primaveral, como siempre, revoloteando esperanza muy necesitada hacia nosotros. Ya que eso es lo que necesito… y tal vez otra gente también.
Traducido por Alondra Gamez