A estas alturas probablemente ha oído algo sobre la gran renuncia, esta avalancha de empleados que abandonan sus trabajos a favor de una jubilación temprana o mejores oportunidades en otros puestos.
Mientras que se pone el grito en el cielo sobre la falta de dedicación del empleado, ¿por qué no obligar a la clase empresarial a asumir reponsabilidades por sus acciones? Efectivamente, son los líderes de las industrias quienes han creado estas condiciones donde cada vez se exige más por menos recompensa, se niegan aumentos de salario por trabajo adicional, y se ofrecen pocas oportunidades para avanzarse. Para colmo de males, estos empleados han tenido que observar como sus jefes reciben bonos adicionales mientras que sus propios sueldos han quedado estancados por años. Muchos gerentes sabían un solo truco, el de cortar, hasta el punto de que no sólo se cortaron las vacas gordas sino que llegaron a truncar el esqueleto.
La pandemia ha intensificado la falta de satisfacción laboral, y aún así, los líderes no están dispuestos a dar mayores recompensas o más privilegios a empleados con experiencia. En cambio, se quejan amargamente de la generación de jóvenes que son suficientemente astutos para rechazar estas condiciones abismales de trabajo.
Desgraciadamente, los de arriba ven su propia responsabilidad en el asunto como la notoria dueña de hoteles en Nueva York, Leona Helmsley, consideraba los impuestos: que sólo eran válidos para los de abajo. Como consecuencia, criticamos a los trabajadores que buscan mejores sueldos y condiciones laborales, mientras que no consideramos quienes eran los verdaderos arquitectos de este desastre. ¿No se ha llegado al momento de dar vuelta a la tortilla? ¿Por qué no decir a los gerentes que ahora les toca hacer el trabajo extra, asumir las responsabilidades de otros puestos y aceptar un corte de salario? Y, naturalmente, nada de bonos, ya que aman sus trabajos tanto.
Me llamo Frances Jaeger, y ésta ha sido mi Perspectiva.